Incluyo una serie de fotografías realizadas el pasado dia 8 de Marzo, y dos artículos aparecidos en el diario Sur recientemente.
El histórico déficit de plazas para mayores y de residencias públicas para la tercera edad en Marbella va camino de empezar a ser historia. El vocal de Bienestar Social, Miguel Díaz, avanzó ayer que, según las previsiones que manejan, el próximo año podría comenzar la construcción de la residencia que se ubicará en el Trapiche Norte. «El terreno ya se ha destinado para este uso y sólo resta que se apruebe la financiación», aseguró el vocal. Las conversaciones con la Consejería de Igualdad y Bienestar Social, que sufragará parte de la obra, están muy avanzadas. «Todo parece indicar que las partidas se incluirán en los presupuestos de 2007», añadió.Los terrenos del trapiche que se ubica en la zona norte de la ciudad, cedidos por sus propietarios al Ayuntamiento hace años para la construcción de un geriátrico que quedó en el olvido durante los años de gilismo, están actualmente ocupados por una caballeriza. Los informes sanitarios son totalmente contrarios a esta actividad, aunque matizó que el objetivo es llegar «a una solución consensuada que dé vía libre al proyecto». Será cuestión de semanas. A finales de año la gestora debe entregar a la Junta de Andalucía el solar totalmente libre.No es la única buena noticia para la población de mayor edad. El vocal de Bienestar Social apuntó que se están manteniendo conversaciones para concertar plazas en residencias privadas y explicó que la red de viviendas tuteladas se ampliará con un cuarto piso que se abrirá la próxima semana en la calle Antonio Belón. Además, se ofrecerán en breve tres nuevas plazas para mayores de 65 años con autonomía.
Cristina Gonzalez.
MARBELLA y su entorno fue conocida desde antaño como tierra feraz. Ibn Battuta ya aseguraba en el siglo XIV que era una ciudad «donde los alimentos abundan». Al Idrisi, un geógrafo ceutí considerado como el Estrabón árabe establecía que la población era «una villa pequeña pero bien habitada y cuyo territorio produce higos en abundancia».Aunque al estudioso le sorprendió más la proliferación de higueras, lo cierto es que, aparte de cultivos de secano y frutales, lo que moteaba el campo eran sobre todo vides. Hasta hace muy poco que llegó el hormigón armado la campiña estaba repleta de cepas de una variedad autóctona, ya desaparecida, pero con evidente parentesco con la moscatel actual. García de Leña, en el siglo XVIII, la describía como de «color dorado, suave y enjuto el hollejo, ni redondas ni largas, algo puntiagudas y muy gustosas al paladar».La ciudad la contorneaban hasta los años cincuenta campos donde predominaban las vides, podadas a la vieja usanza, en vaso y con la moscatel por bandera. La Huerta Grande y la Huerta Chica, nombres que permanecen en el callejero, mesaban el antiguo recinto fortificado. Hablamos, por ejemplo, de que desde la sede de este mismo diario, en Ricardo Soriano, hasta la antigua gasolinera de Siebla, lo que había eran viñas, como en la Venta San Rafael, enfrente del actual Marbella Club, donde vendían su propio vino. Una de las haciendas más espectaculares era el Trapiche. Hoy cercado por edificaciones, convertido en cuadra, desvencijado y tan maltratado como olvidado. Allí se elaboró en el siglo pasado, con una prensa digna de museo, un vino dulce soberbio gracias al empuje de sus propietarios: primero Fernando Álvarez, al que siguió en la heredad Mateo Álvarez. Pero Mateo, tío de los actuales herederos, que murió sin descendencia, tuvo en 1992 un gesto que pocos valoraron: donó el edificio y las hectáreas aledañas, entonces en un estado más recuperable, para construir una residencia de ancianos. Tiempos de Jesús Gil, tiempos de verborrea y facundia que, claro, quedaron en nada. Ni reclamando a voces. Quince años después parece que el proyecto y la recuperación de la mansión reverdece. Conociendo lo que estudio de viabilidad y concesión administrativa conllevan -más años diletantes de frustración, seguro- no habrá que revolear campanas pero parece que ahora algo se mueve: después de tanta lucha, una prueba de vida para un cortijo, el Trapiche secuestrado por bostas, mugre y chabolas. En sus tiempos gloriosos las familias subían un domingo de verano, invitados por los dueños de la casa, para comer las exquisitas uvas y echar despaciosa tarde con un moscatel. Muchos ya no lo verán pero ojalá algunos zagales que trotaron entonces por la hacienda la conozcan, la reconozcan con similar esplendor y si acaso como postrera morada. O al menos la vean sus hijos. O sus nietos. O sus biznietos. O, en fin, ¿seguimos? 20-1-2008
Miguel Nieto
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